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Desempolvando mi delantal y mi gorro de pastelero

Hay un extraño mecanismo por el que cual todos tienden a pensar que cuando un buen día (mejor dicho, mal día), tu médico te dice: “tienes diabetes”, de repente, toda tu afición por las cosas dulces desaparece por arte de birlibirloque. Como si la diabetes, además de inutilizarte de por vida las células productoras de insulina, también atacara a tu cabeza y te hiciera borrar de un plumazo algunas de las cosas que te gustan de la vida. Y entre ellas, está el dulce.

Llevo 27 años con esto a mis espaldas, y al igual que el primer día, sigo sufriendo cada vez que paso por una pastelería. A veces, de manera casi inconsciente, giro mi cabeza hacia el otro lado de la calle y digo “uy, mira. no sabía que allí había una tienda de fornituras. qué interesante…”. Y yo, tonto de mi, que me importan bien poco las puñeteras fornituras, he conseguido evitar una vez más esa maravillosa demostración de la habilidad humana que es la repostería.

Y a mi, que nunca jamás me ha interesado la cocina, y mis breves intentos han sido poco o nada memorables, una de las pocas cosas que me interesaría cocinar es algo dulce. Y en eso sí he hecho algunos pinitos, aunque la mayor parte de las veces fueran un fracaso, no tanto por mi ineptitud, sino más bien porque mi tarea no era fácil, ya que se trata de hacer repostería sin azúcar, siendo este uno de los ingredientes más importantes de una receta dulce, y su sustitución plantea problemas que ya he podido ir comprobando con el tiempo. Pero ahora que disponemos de un acceso fácil al “rey” de los edulcorantes de repostería (los polialcoholes), el menda va a retomar su vena de pastelero mayor del reino y sacará de nuevo su gorro de cocina con forma de seta para dar lo mejor de sí y poner en práctica alguna de las muchas recetas disponibles en lo que a postres se refiere. Pendiente de recibir estos días un pedido de varios endulzantes especiales para uso en horno, voy a ir desempolvando mi delantal y mi gorrito de maestro pastelero para intentar conseguir esa cara de satisfacción que se te queda cuando -como un niño- te pasas veinte minutos mirando al horno, viendo cómo sube la masa de tu postre sin azúcar. Algo que normalmente no plantea ninguna dificultad, lo es a la hora de hacer postres sin azúcar en el horno.

Pero ahora la cosa cambia. Triunfaré, y seréis testigos de ello. A Maltitol pongo por testigo…

 

Oscar López de Briñas Ortega
@oscarbrinas

PD: Para el que este interesado, aquí tenéis una excelente web de venta de edulcorantes para postres: DAYELET

 

2 respuestas a Desempolvando mi delantal y mi gorro de pastelero

  1. Oscar dijo:

    ya puedo opinar también de otro de los edulcorantes que he pedido: el de fibras. no me ha gustado. le falta mucho dulzor. hay que echar mucha cantidad y se disuelve realmente mal.

    sin embargo, el edulcorante para bizcochos ya lo he probado también y sube la masa perfectamente. el aspecto y la textura del bizcocho es perfecto e idéntico a la de la sacarosa. como único “pero”, le falta también un poco de dulzor, y aunque se anuncia como un 1:1 con azúcar, necesitas más cantidad de edulcorante que de azúcar para conseguir el mismo dulzor.

  2. Oscar dijo:

    acabo de estrenar el primero de los edulcorantes. es uno que sirve para endulzar postres, bebidas, zumos, infusiones, etc. tiene relación 1:1 con el azúcar, y se presenta en cristales cuadrados igual que la sacarosa. Su olor es perfecto, su sabor cuando lo pruebas solo es perfecto y el dulzor que ofrece al echarlo a un producto (yo de momento sólo lo he echado a un yogur natural) ha sido casi perfecto. Realmente un dulzor muy conseguido. De momento la cosa pinta muy bien. 🙂

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