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Los asesores

Todos los que tenemos alguna patología o problema de salud somos sensibles. sensibles no sólo a lo que nos provoca el mal o a determinadas cosas que lo desatan o empeoran, sino sensibles a las personas que nos rodean. Sensibles a quien nos dice cosas sobre la enfermedad. No aceptamos que se nos diga cualquier cosa. Del mismo modo que tú puedes aceptar que un amigo del alma te diga “eres un cabrón de primera” en medio de una conversación, no sucede lo mismo si eso te lo dice alguien que pasa por la calle, o alguien que comparte cola de la panadería contigo, o un desconocido en la sala de espera del médico. A estas personas no les tolerarías semejante insulto, mientras que la misma frase dicha por “uno de los nuestros” es tolerada, aceptada y sobre todo, entendida.

Lo mismo sucede con nuestro problema de salud. Cuando nos topamos con alguien, aunque sea conocido, que nos dice determinadas cosas de nuestro problema que sólo demuestra su ignorancia del tema, nos enerva. Seguro que no quiere fastidiar, seguro que no quiere meter el dedo en la herida, seguro que, en definitiva, no entiende nada. Pero en ese caso… ¿no es mejor ser prudente y callar? A veces es una frase desafortunada, pero otras veces es algo hiriente o que nos escuece como alcohol sobre una herida abierta. “Eso no es nada”… “pues yo te veo bien”… todos tenemos una lista de desacertadas frases dichas por personas que en su mayoría, no tienen mala fe, pero sí pecan de imprudentes.

En mi caso concreto, la diabetes, es una enfermedad de la que la gente no tiene la menor idea, y sólo saben que “no puedes tomar azúcar”, por lo que ya empezamos mal, pues eso no es cierto stricto sensu. Pero sin embargo, a pesar de la apabullante ignorancia de la gente sobre una enfermedad que afecta ya al 14% de la población, todos se creen autorizados a darte consejos sin los cuales, seguro que tu diabetes sería un desastre y debes darles las gracias por su sabiduría. Quien te dice lo que debes y no debes comer sentados en la mesa del restaurante… quien te dice que “eso no te conviene” como si fuera tu mismísima madre… en general, consejos de personas que “velan” por ti, sin pararse a pensar que tú, que ya llevas 27 años con tu diabetes, sabes más de la enfermedad que nadie, y que no necesitas consejo de nadie porque te apañas solito perfectamente. Y es entonces cuando tu educación y el colegio de pago al que fuiste de pequeño, te hacen mantener el control y dedicar a esa persona una delicada sonrisa y una frase diplomática que en realidad viene a decir “déjame en paz y métete en tus asuntos”.

No necesitamos consejeros. No queremos asesores. Dejemos esas cosas para los altos cargos de empresas o gobiernos. Si quieres asesorar, ayuda a tu hijo a hacer los deberes. Él te lo agradecerá. Nosotros no. Habla, chucho, que no te escucho…

 

Oscar López de Briñas Ortega
@oscarbrinas

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