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¡Viva el pan!

Hay pocas cosas más sencillas que el pan. Alimento que viene casi desde el origen de los tiempos, la receta es sencilla, pero efectiva. Como sucede con cuatro alimentos “elegidos”, el pan es de esos productos que gusta a todo el mundo. ¿A quién no le gusta el pan?, piensas extrañado mientras arrancas con la mano un trozo a esa barra recién comprada para comerlo con auténtica gula de camino a casa.

¿Y qué tiene que ver el pan conmigo? pues que, como a casi todo el mundo, me encanta. Y ahí es donde, como se suele decir, por H o por B, siempre lo que más te gusta hacer es lo malo; lo que te prohiben, lo menos recomendable o lo que tienes que vigilar…

Cuando empecé con la diabetes, aquel endocrino infame del que prefiero no acordarme, me entregó una larga lista de alimentos que -según los protocolos de esa época- tenía prohibidos y requeteprohibidos. Y recordar aquella lista aún me estremece. Todos (y cuando digo todos, es todos) aquellos alimentos nefastos y prohibidos eran los que más me gustaban. ¿Qué extraño castigo divino es este en el que además de tener una enfermedad de por vida, se te prohiben los alimentos que más te gustan? ¿qué le he hecho yo al Hacedor para que prácticamente, erradique el pan de mi dieta? Yo, a punto de cumplir 18 años, aún no tenía la madurez suficiente para conseguir entender aquella paradoja macabra de la vida. ¿Porqué no te prohibían las vainas en vez de los pasteles, la calabaza en vez de las galletas, el hígado en lugar de la miel? Y en esa larga lista de alimentos, estaba Él, el rey, la base de mi alimentación. Prácticamente, diría que el pan era casi lo que me mantenía vivo (ya que siempre he sido de comer poco). En aquella lista horribilis, estaba el pan. -Dios santo, pensé yo. ¿Qué va a ser de mi?

Aquellas primeras semanas yo seguía fielmente el régimen que este hombre me había impuesto. Y tenía que pesar todo, incluido por supuesto el pan, que tenía estrictamente restringido. Las cantidades resultantes eran escasas; muy pequeñas, casi ridículas. Yo estaba desesperado. Mi pan, mi sustento, estaba a punto de ser casi eliminado de mi dieta.

Afortunadamente, con el paso de los años, los protocolos han cambiado. Y aquellas normas férreas se han visto superadas por nuevas medidas y sobre todo, insulinas, que han permitido comer casi todas las cosas de aquella lista negra que me puso los pelos de punta cuando la lei por primera vez. Hoy día, una persona con diabetes puede comer de todo, siempre que los HC esten contados y dentro de las cantidades programadas. Las insulinas ultra rápidas lo permiten. Y he podido asistir como consumidor a esta fiesta en la que se ha convertido el pan en los últimos años. Panes de todo tipo y condición, textura y color, horneados de las más diversas formas. Hemos vivido el renacimiento del pan. Se acabaron aquellas aburridas barras que, fueras donde fueras a comprar, siempre eran iguales y sabían igual. Actualmente, tenemos una lujuriosa variedad de panes para disfrutar. Y hoy día, yo como pan. Sin miedo. Disfrutando cada bocado. Hay pocas cosas tan buenas y tan sencillas a la vez como el pan. ¡Viva el pan!

Oscar López de Briñas Ortega

PD: Esta barra tan preciosa está hecha por nuestra amiga y colaboradora Teba, experta panadera y repostera. No me digáis que no está como para enmarcar. Aquí está su blog, recomendable http://www.lachicadelasrecetas.com/

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