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¿Qué siento cuando estoy bajo?

La gran cantidad de manuales, guías de práctica clínica y demás libros teóricos sobre el tema, lo describe con una meridiana precisión. Un conjunto de síntomas catalogados y definidos que conforman una situación habitual para una persona con diabetes (sobre todo la tipo 1) y que debe reconocer desde el primer día para evitar que se complique. Exige actuación inmediata y eficaz. Resta calidad de vida, crea cierta inseguridad, es medianamente imprevisible y en muchas ocasiones, ten por seguro que te interrumpirá y chafará algún plan justo cuando vas a empezar. Y finalmente, podría atreverme a decir que todos la tememos. Sí. Me refiero a la hipoglucemia.

La pájara, como se conoce popularmente a la bajada de azúcar. O “estar bajo”, como la denominamos nosotros, es una situación muy frecuente para las personas con diabetes. Pero a pesar de ello, pocas cosas son más difíciles de describir y provocan tal batería de sintomatología, a cual más dispar. Los manuales y guías de práctica clínica a los que aludía al principio, se convertirían en enormes y voluminosos tomos si debieran recoger todo el compendio de sensaciones que nos provoca la hipoglucemia cuando hace su visita inesperada. A lo largo de mis 28 años como diabético, he pasado por muchos de esos síntomas, pero resulta curioso comprobar como cada persona va conformando un paquete de sensaciones que son absolutamente personales y que le sirven para identificar correctamente esta situación potencialmente peligrosa. Algunos de esos síntomas desafían toda lógica: la saliva les burbujea, como si les aplicaran una corriente eléctrica… a otros se les duermen los dedos… algunos refieren ver todo como con una luz especial similar a la iluminación de una obra de teatro emitida por televisión… En definitiva, todo un despliegue de sensaciones curiosas con las que, sin embargo, rara vez nos equivocamos, y nos permiten atajar a tiempo esos minutos de tanto desasosiego y que nos dejan ese cuerpo tan extraño mientras nuestro cerebro pide a gritos glucosa; primero mediante alertas adrenérgicas (sensaciones físicas) y después neuroglucopénicas (consecuencias neurológicas de la falta de glucosa en el cerebro).

Con el paso de los años como “profesional” de la diabetes, el cuerpo va perdiendo progresivamente los avisos adrenérgicos (sudor, temblores…) para pasar a quedarse únicamente con los neuroglucopénicos (mareo, inestabilidad…). No es lo ideal, pero todo vale con tal de evitar una pérdida de consciencia o un comportamiento cognitivo errático fruto de una insuficiente glucosa cerebral. Si pierdes los síntomas, entonces no lo dudes; eres candidato a una bomba de insulina y probablemente, a un sensor de medición continua de glucosa integrado con la bomba. No reconocer las hipoglucemias es sin duda una de las peores cosas que te pueden pasar como diabético y hay que tomar medidas a toda costa.

¿Cómo describir entonces una hipoglucemia? Personalmente, creo que no puedo. He pensado en ello muchas veces, pero me resulta tremendamente difícil describir con palabras qué siente mi cuerpo durante esos minutos en los que le falta uno de sus componente químicos esenciales y sin el que no puede vivir. Quizá por eso, la “hipo” -como se conoce en el mundillo- sea algo a lo que, en el fondo, todos tememos. Una cosa que guardamos en nuestra memoria ROM diabética como algo a evitar, pero que sin embargo, está en nuestro día a día, limitándonos, incordiándonos, molestando, y recordándonos que, se diga lo que se diga, la diabetes no podemos olvidarla, y la hipo nos lo recuerda varias veces por semana.

El miedo a una hipoglucemia severa siempre está ahí. Es también algo que nos preocupa a todas las personas con diabetes. Pero en realidad, lo que debemos hacer es convertir ese miedo o respeto en un acicate para que hagamos las cosas bien. Para ser fieles a nuestro tratamiento. Para que sigamos una disciplina adecuada, tal y como exige la diabetes. Porque al fin y al cabo, es nuestra obligación. Y aunque no nos asegure que no vayamos a tener más hipoglucemias, sí que probablemente podamos reducirlas.

Porque no nos gusta sentir ese mareo extraño, ese temblor de manos, esa sensación rara en el cuerpo, ese hormigueo en la lengua… no queremos ninguno de esos síntomas raros que sólo sentimos las personas con diabetes y que identifican a esa situación tan variadamente sintomática como es la hipoglucemia.

¿Qué siento cuando tengo hipoglucemia? No lo se. Diría que, sobre todo, miedo…

Oscar López de Briñas Ortega
twitter: @oscarbrinas

3 respuestas a ¿Qué siento cuando estoy bajo?

  1. Rafael Andrade dijo:

    Hola estoy muy de acuerdo con vuestra descripción pero añadiría una opinión personal, he llegado a la inconsciencia en 2 ocasiones y reconozco miedo ante otra y en medio de una hipo no existe nada ni nadie, sólo existe una meta y un objetivo AZÚCAR.Me he cortado abriendo una lata, el paquete de galleta se pone en mi contra, el frigo no se quiere abrí y la vida se te va a cada segundo y miedo mucho miedo dependiendo de donde te pille, sólo siento seguridad si yo controlo el tiempo y el espacio y sólo depende de mi. Gracias

  2. Vicente Bravo dijo:

    De acuerdo con Oscar y Candelas. Yo lo calificaria como de incertidumbre, los sintomas no se nos presentan a todos de igual forma.

  3. candelas dijo:

    Totalmente de acuerdo contigo. Los sintomas son diferentes de persona a persona. Pero incluso en uno mismo. Yo recuerdo al principio, hace 20 años que me daban pinchazos, como si me pincharan con una aguja en un punto concreto del labio superior, era el primer sintoma….pero aquello fue solo al principio. Pero desde luego la desazón que te produce, la sensación de inestabilidad emocional, de sentir que aunque no quieras reconocerlo te hace sentirte un enfermo, dependiente de la ayuda ajena, porque parece como si se te fuera la vida, que te quedas sin aliento, como si hubieras corrido maratón y se te acabaran las fuerzas para llegar a la meta, y cuando ya empiezas a sudar a mares, con engarrotamiento muscular, ahí, ahí es donde aparece el dulce guerrero, sobreponiendote y recomponiendote aguantando estoicamente, mientras te dices a ti mismo “no me venceras”, no podras con mi yo. Aunque te quedes exhausto como si hubieras hecho un esfuerzo sobrehumano de ganarle a la diabetes, de luchar por tu vida frente a ungigantesco rival. Así me siento yo

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